El mal no es un desconocido para nadie puesto que ronda alrededor de toda vida humana. Aunque haya logrado vencer la mayor parte de las enfermedades, el hombre no ha encontrado aún el remedio para mantener a distancia esa dolencia que carcome las raíces de su ser: la muerte. Ese encuentro final con el mal no se le ahorra a nadie, aunque todo el mundo acaricie secretamente el sueño de ser liberado de él. Desde su llegada a este mundo, el niño es un víctima predestinada. Apenas nacido- decía san Agustín- se es lo bastante viejo para morir. Y para que no lo olvide, el sabio estoico aconsejaba a la madre que en el momento de inclinarse sobre la cuna para dar a su hijo el primer beso, le susurrara al oído : "Mañana vas a morir". Es posible alejar un mal concreto pero no sustraerse a la experiencia del mal en algún momento de la existencia.
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